Elegir un zapato adecuado para los bebés y niños es una tarea de suma importancia. El zapato va a abrigar, proteger, moldear, y dar equilibrio a los pies de los pequeños. Por esta razón, es necesario que elijamos zapatos cómodos, de calidad, hechos con materiales de buena factura, y que además ofrezcan transpiración a los pies de los niños.
Debido al rápido crecimiento de los pies, es mejor cierta holgura en el calzado; hay que tener en cuenta que, cuando el niño es pequeño, un zapato a la medida puede resultar reducido pocos meses después. Es fundamental sustituir el calzado infantil si queda justo.
El zapato de un bebé en sus primeros meses de vida debe ser flexible y dejar el pie lo más libre posible, con unas condiciones casi de pie descalzo: “no por sujetar más el pie tiene menos problemas”. En cuanto a su interior, habrá de estar libre de costuras incómodas que pueden lesionar la frágil piel del niño.
El calzado “de crecimiento”, cuando el niño comienza el gateo y a dar los primeros pasos, debe ser ancho por delante, para que se adapte a la forma del pie y deje que los dedos se muevan con libertad. La suela habrá de ser antideslizante para evitar caídas y, además, relativamente fina para que permita percibir las irregularidades del suelo o la temperatura, pues, incluso cuando comienza a caminar, el niño continúa utilizando los dedos de sus pies como órgano táctil de contacto con el terreno. Además, el calzado infantil debe ser ligero y poroso, para garantizar una transpiración correcta. Son recomendables las plantillas extraíbles que permiten una correcta ventilación del zapato.
Ya en la etapa de marcha erguida, el niño necesitará de un zapato con buena aireación, plantas gruesas y antideslizantes, y de peso moderado. Un zapato flexible y resistente a los impactos, que le permita moverse con libertad. Son recomendables materias naturales tanto en el exterior como en el forro, así como unos contrafuertes que den estabilidad y firmeza a sus pies en constante movimiento.
