Los resultados del estudio demuestran que todos los calzados alteran el patrón de marcha descalzo. 

El hecho de ir calzado supone una extensión artificial del miembro inferior que el niño ha de gestionar durante el desarrollo de la marcha. Si además, este calzado no presenta una estructura funcional mínima, el niño tendrá que realizar un esfuerzo extra que se traduce en una mayor modificación del patrón de marcha y un menor control, lo que conlleva un aumento de tropiezos y caídas.

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